jueves, junio 12, 2014

La oscuridad, Ignacio Ferrando

Menoscuarto, Palencia, 2014. 312 pp. 17,50 €

Esther Ginés

Posicionado como uno de los mejores cuentistas de la actualidad, el escritor asturiano Ignacio Ferrando regresa a las librerías con La oscuridad, publicado estos días por la editorial palentina Menoscuarto. Su nueva novela, que acaba de presentar en Madrid, es un intenso relato psicológico con una atmósfera densa y agobiante, y un arranque con toques de género negro en el que propone un juego al lector que se desarrollará a medida que avanza la trama. Por la historia se pasean muchas de sus obsesiones literarias: la identidad, lo real y lo falso, la imposibilidad de conocer al otro –por muy cercano que nos resulte– y las relaciones de pareja como una metáfora del comportamiento en sociedad. Ya el título es un guiño a la propia narración del protagonista, que se debate entre la cordura y la paranoia, entre lo real y lo impostado que representan la luz y la oscuridad.
Endre Solberg, director de cine experimental, acaba de perder a su mujer, Liv, en lo que parece ser un suicidio. En pleno invierno ártico, la pequeña población noruega en la que reside parece ser un lugar apacible, donde nada escapa de la rutina habitual. Sin embargo, cuando regresa a su casa tras el velatorio, encuentra a Liv viva en el salón, esperándolo, como si nada hubiera sucedido y la vida siguiera su curso. Desde el primer capítulo, la incertidumbre y la tensión están servidas. ¿Quién es esa mujer que dice ser Liv y que físicamente es igual que ella? ¿Es una loca? ¿Es una broma pesada? ¿Una lógica pero angustiosa alucinación de un marido que empieza a afrontar el duelo? Las preguntas, las hipótesis y las suposiciones forman parte de este ingenioso juego creado por Ignacio Ferrando. Más allá de la lectura en clave de thriller, por todo el libro sobrevuela el tema de la identidad y la forma en que nos comportamos de cara al exterior: ¿Quién era realmente Liv? ¿La conocía Endre, su propio marido y con quien pasaba su vida? ¿Qué clase de matrimonio eran o daban a entender que eran?
Como en todo buen texto, el diálogo con el lector está presente a lo largo de la narración. El personaje de Liv, actriz frustrada que mantenía una tensa relación con su esposo, se va deconstruyendo a medida que Endre indaga en la identidad de la nueva mujer que la suplanta en su casa. La historia avanza como si fuera uno más de los guiones inacabados de Endre, y él es consciente de hasta qué punto su realidad parece un intento de representación y de cómo los tres, él mismo, la esposa muerta y la impostora, juegan a representar esa escena casi de película. La identidad de Endre se enfrenta, a medida que avanza el texto, a sus propios demonios. El hombre que dice ser, el hombre que es ante sus apacibles vecinos, puede que no tenga nada que ver con el hombre que realmente es. La oscuridad, en este caso, nos remite al exterior, pero también al interior, a lo que todos llevamos dentro.
Ignacio Ferrando construye una novela precisa, sugerente, con un fuerte componente cinematográfico. La narración, en ocasiones asfixiante, sitúa al lector en ese ambiente de ventiscas, de escasa luz y aparente armonía vecinal donde nada es lo que a priori parece.

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